Aún queda esperanza en la educación pública cuando en nueve clases de 30 niños, consigues motivar al menos a uno. Poca esperanza me queda, debo decir, en este mundo Orweliano que me está tocando vivir en Inglaterra. Ese hombre era un visionario. Y yo cada vez creo menos en esta farsa.
Hola! He llegado a tu blog porque estamos en el mismo taller de fotografía... (tengo que ponerme las pilas con respecto al taller...) Leí esta entrada en tu blog y me he sentido muy identificada con ella, así que he querido dejarte un mensaje (cosa que no suelo hacer) para mostrarte mi apoyo. Aunque solo sea por ese único niño que acude con entusiasmo y voluntariamente a la clase, tu trabajo merece la pena. No desistas. George lo vio claro, desde luego, pero siempre queda un rayo de esperanza.
ResponderEliminarUna madre.